31 julio, 2008

Catedral Metropolitana

Ubicada en el corazón del Centro Histórico, sobre la séptima Avenida entre sexta y octava calles de la Zona 1, frente a la Plaza de la Constitución, la Catedral Metropolitana representa sin lugar a dudas, uno de los más hermosos legados de la época colonial.
La construcción de esta majestuosa obra religiosa, que siguió el modelo de las catedrales españolas, se inicia durante el mes de julio del año 1782, y concluye en 1815 (inaugurándose el 16 de marzo de ese mismo año).
La edificación que consta de tres naves y dos torres de campanarios, fue enriquecida con arte religioso proveniente de la Catedral de Antigua Guatemala, y hasta donde tengo entendido, también con objetos de la Ermita localizada en el Cerrito del Carmen.
A lo largo de su existencia, este monumento a la fe católica, ha sido testigo de diferentes cambios en el centro histórico, a los cuales, naturalmente, no ha sido ajeno. En 1881 por ejemplo, le fue agregado el atrio. Alrededor del mismo, se encontraban las estatuas de cuatro evangelistas que junto a dos virgenes, ubicadas entre las dos torres de campanarios, desaparecieron con los años y los daños ocasionados por los terremotos.
En el interior del santuario, hay varias capillas muy bien ornamentadas donde los fieles rinden culto al santo de su devoción.
En el altar mayor, al fondo de la nave central (la única que posee bancas, por cierto), se exhibe un hermoso Cristo crucificado y sobre el cual se ubica, una enorme cúpula que lleva luz al interior.
Dicha cúpula luce más que esplendorosa, cuando se le observa con su corona azul, desde la parte exterior del templo.
Tal aspecto, da fe del cuidado que se observó en todos los detalles de la construcción, pues la Catedral, es una edificación que tiene brillo a toda hora y por todas partes. Ver su frontispicio iluminado por las noches, es algo espectacular.
La parte interna, es hogar de magnificas obras de arte. Entre las joyas que resguardan sus paredes, sobresalen bellas esculturas de distintos santos, que se refugian en lucidos
escaparates. Igualmente se cuenta con un nutrido inventario de cuadros religiosos de la época colonial que combinan muy bien, con el decorado de las paredes.
Indiscutiblemente, también es un tesoro muy preciado en su interior, el monumental órgano Walcker, traído a Guatemala en 1937 desde Alemania.
Según se ha establecido, este instrumento, que luce imponente sobre el segundo nivel del santuario (en la parte del coro), es el más importante de su tipo en Latinoamérica y uno de los 30 que existen en el mundo.
Otro atractivo que encierran las paredes de la Catedral, es que en sus bóvedas yacen sepultados los arzobispos guatemaltecos, a los cuales también se han sumando algunos ex presidentes (Rafael Carrera y José María Barrios), así como otros personajes que ayudaron al engrandecimiento de la iglesia católica guatemalteca.

28 julio, 2008

La procesión de la virgen del Carmen (video)

Antes de leer este artículo, le recomiendo dar lectura a
El cerrito, la Ermita y la Virgen del Carmen

El 16 de julio, tiene lugar uno de los acontecimientos más importantes dentro de la religión católica guatemalteca y el mundo. En esa fecha, se celebra el día de la virgen del Carmen, y honor a la cual, se le dio el mismo nombre al cerro donde le fue erigida una Ermita en la ciudad de Guatemala.
En las vísperas de tan excelsa celebración, las calles aledañas al templo, se convierten en el asentamiento de una feria, que dentro de sus muchos atractivos, presenta dos gigantescas ruedas de Chicago.
Durante dicha festividad, es notable el aumento de los devotos de la imagen traída a Guatemala en 1620, y que llegan hasta la cumbre del cerro, para rendirle tributo y solicitar su bendición. Es un momento ideal para mezclar la fe, la sana diversión y la degustación de los diversos y deliciosos platillos que ofrece la gastronomía típica g
uatemalteca, cuyos olores, se pierden por ratos entre el aroma del incienso.
Son las 4 en punto de la tarde del mismo 16 y las notas de “Reina del cielo” anuncian el inicio del cortejo procesional. Pocos minutos han de pasar, para que, sobre una anda de 20 hombros, asome en las afueras de la ermita, la imagen de la virgen, que arranca las notas de “La Granadera”, los aplausos de los asistentes, el sonido de las campanas, y el estridente estallido de cohetillos y bombas por los aires y los suelos.
A la banda que acompaña a la virgen desde el interior del santuario, se unen diferentes bandas de guerra de establecimientos
educativos que visten sus mejores galas. A partir de ese momento, se inicia un desfile de varias cuadras, que llevará a los fieles a descender el cerrito con la imagen de la virgen sobre sus hombros, para luego circular por las calles cercanas.
A su paso, la santa es saludada por devotos que salen de sus hogares, en tanto que otros, ya la esperan para que pase sobre las
alfombras que han elaborado en su honor y como señal de penitencia.
Entrada la noche, nuevamente se esparce el olor a incienso, la gente se aglomera en el atrio para aplaudir, estallan los cohetillos en el suelo, las bombas en el aire y suenan las campanas. Todo anuncia que la Virgen del Carmen, ha regresado a casa.
A continuación, los dejo con un video de mi propia producción que resume la parte inicial del cortejo religioso.


23 julio, 2008

El cerrito, la Ermita y la virgen del Carmen

La ciudad Capital tiene mucho que ofrecer al turismo nacional y extranjero. El Centro Histórico por ejemplo, encierra a lo largo y ancho del mismo, edificaciones que por su naturaleza, constituyen verdaderas joyas de la arquitectura y la cultura guatemalteca.
De primera mano, podría pensarse en monumentos como la Catedral Metropolitana y el Palacio Nacional de la Cultura, para luego seguir, con una extensa lista que abarcaría todas las letras del abecedario.
Es justamente dentro de las páginas de todo ese abecedario cultural, donde se encuentra el emblemático cerrito del Carmen, que acoge en su cima, el primer templo construido en el Valle de la Ermita (conocido anteriormente como Valle de las Vacas).
Inaugurado en el año de 1620, el santuario, de 25 metros de largo y 9 de ancho, con cierto aires de fortaleza en su diseño, además de ser un homenaje al más puro arte colonial, es el hogar de la virgen del Carmen.
La edificación posee una sola nave y una torre aledaña desde la cual cuelgan cuatro campanas. Frente a la misma, se ubica una torre más, que según se sabe, funcionó como habitación.
En el interior del templo, lo más impresionante lo constituye el retablo mayor, que a decir de muchos, es catalogado uno de los mejores trabajos barrocos que existen en Guatemala, con finos detalles de orfebrería religiosa del siglo XVIII, albergando en el nicho central, a la virgen.
Este centro de la fe católica, ubicado en la 1ª Calle y 12 Avenida de la zona 1, constituye el punto de partida desde el cual se trazó la ciudad de Guatemala, luego de su traslado desde el Valle de Panchoy (Antigua Guatemala) en el año de 1776.
La parte alta de la colina, es un buen punto para contemplar el valle y sus montañas, igualmente, el cerrito en general, es un lugar de esparcimiento, que los fines de semana, se ve convertido desde teatro al aire libre, hasta academia de dibujo y música.

De cómo llegó la virgen del Carmen
La virgen del Carmen, fue traída a la ciudad de Guatemala en el siglo XVII. Según la historia, la misma fue depositada bajo el cuidado de Juan de Corz, a quien luego de enterarse que venía al nuevo mundo en calidad de ermitaño como ofrenda al Señor, las carmelitas de Ávila (España), le encargaron tan noble misión.
Tras aceptar el delicado encargo de buscar un hogar para la pequeña y preciosa imagen de Nuestra Señora del Carmen, mandada a esculpir por Santa Teresa, el peregrino preguntó a las religiosas cuál sería ese sitio donde debía depositar la imagen.
La respuesta de las carmelitas, fue que la misma virgen, le indicaría sobre el lugar en el que desearía ser venerada, mismo sobre el cual, Santa Teresa (ya fallecida en ese entonces) había augurado se levantaría una gran ciudad.
Luego de su llegada a México desde España, abordo de la nave “María fortaleza”, Corz se dirigió hacia Guatemala. Durante su paso por un cerro, en el Valle de las Vacas, la virgen le indicó al ermitaño que en ese lugar quería reposar, erigiéndose bajo esa voluntad, una iglesia-fortaleza en 1620, sobre la cumbre del cerro que desde entonces, es conocido como Cerrito del Carmen.
Esa sí, como la virgen del Carmen, se convirtió en la primera huésped de lo que en el año de 1776, pasaría a ser la nueva Guatemala de la Asunción, convirtiéndose desde ese entonces, en la Patrona de la nueva ciudad.
A lo largo de su vida en Guatemala, la historia de la virgen ha estado rodeada de diferentes vicisitudes. Además de incendios y terremotos que la han puesto en peligro, la más recordada de estas, es el robo de la imagen el 19 de abril del 2001, lo cual conmocionó a la comunidad católica de Guatemala y a sus devotos en general.
Tras una intenso operativo de búsqueda que llegó hasta las más altas instancias internacionales, la sacra imagen fue recuperada el 5 de marzo del 2003, tras ser devuelta por una familia que la encontró en una cuneta en el municipio de Tecpán.
Durante el tiempo que estuvo desaparecida, además del robo de sus pertenencias, la virgen sufrió serios daños que la llevaron a un cuidadoso proceso de restauración durante un año, para luego regresar, al lugar donde un día le pidió a Juan de Corz quedarse a vivir.
Aunque se le puede visitar todos los días, el mejor momento para hacerlo, es el 16 de julio, fecha en que se festeja su onomástico. Ese mismo día, en horas de la tarde, la virgen sale en procesión alrededor del cerrito. Una procesión que usted podrá vivir en texto, video y fotografías, presionando aquí

Características de la imagen
Ubicada en la Ermita del del Cerrito del Carmen, Ciudad de Guatemala (1ª Calle y 12 Avenida de la zona 1), la virgen presenta las siguientes características:
Tipo de objeto: Escultura.
Material: Madera, plata, oro y piedras preciosas.
Técnica: Talla en madera policromada, recubierto con lámina de plata sobredorada y burilada
Dimensiones: 44 cms. de alto.
Titulo: Nuestra Señora del Carmen.
Tema: Mujer con resplandor, que cubre con su manto a dos hombres y dos mujeres
Marcas: Decoración burilada sobre plata, con hojas de higuera, tréboles y adornos foliares estilizados; con el escudo de la Orden Carmelita en el escapulario. Bajo su manto se cobijan (4) frailes y monjas de la Orden Carmelita arrodillados en actitud orante.
Período: Hispánico, mediados del Siglo XVI.
Autor: Anónimo

16 julio, 2008

Guatemala: Paraiso del Jade, la piedra de la inmortalidad

El jade, ha sido conocido como una mística piedra preciosa. Además de fundamentos basados en la escasez y la belleza que le dan valor a otros materiales como el oro, en el Jade, los Mayas sumaron el concepto de la inmortalidad.
Según percibieron los ancestros, toda la vida y los objetos a su alrededor, se destruían o degradaban con el paso del tiempo, no así el jade, que permanecía inalterable, lo cual dio lugar, a que a lo largo del tiempo, se desarrollara todo un culto alrededor del mismo, que lo reverenciaba por encima del oro y los diamantes.
Desde tiempos pasados, hasta la fecha, los objetos de jade, se han consagrado para los que lo poseen, como artículos con propiedades que atraen la buena suerte. Su dureza y resistencia, le ha valido para que además de un uso ornamental, fuera utilizado para la elaboración de armas y herramientas.
Esta piedra preciosa, generalmente conocida en color verde (lo cual se asoció con la naturaleza), también se encuentra en colores lila suave, azul, rosa, blanco y amarillo.
Si bien es cierto, el Jade es explotado en otras regiones como Birmania, ha existido un consenso a nivel internacional, a través del cual se reconoce que, el que se extrae en Guatemala, es el mejor del mundo.
Acá los dejo con dos fotografías. La primera, corresponde a una venta de Jades ubicada en la Ciudad de Antigua Guatemala. La segunda, a un collar encontrado en el sitio arqueológico Kaminaljuyú, durante el periodo preclásico.

09 julio, 2008

Palacio Nacional de la Cultura

En una rápida visita al Centro histórico, y luego de una breve distracción en la plaza de la constitución que me lleva a escuchar un mini concierto del “chino rockola” (más 25 años después de haberlo escuchado por primera vez), me dirijo hacia el Palacio Nacional de la Cultura con el objeto de visitar su interior lleno de historia.
Lo primero que hago al postrarme frente a la puerta de acceso al mismo, es indignarme por el daño ocasionado al piso, producido por “estudiantes” universitarios en desacuerdo con el gobierno.
Después de unos minutos de reflexión sobre el hecho y preguntarme:
¿Qué culpa tiene nuestro patrimonio?, traspaso las puertas de hierro forjado. Apenas unos segundos llevo subiendo por las amplias gradas de acceso hacia el segundo nivel, y hago la primera parada para observar una completa reseña de la historia de la Guatemala desde la época de la colonia, hasta la independencia, a través de los murales de Alfredo Gálvez Suárez.
Continúo Caminando hacia la parte este del recinto, con la mirada fija hacia la puerta que otrora albergó la oficina del Presidente, para luego dirigir mi atención en las columnas del corredor, que hacen referencia a fechas importantes de la historia nacional.
Me detengo nuevamente por un momento. Esta vez, para contemplar uno de los dos patios principales y simétricos, que alberga esta excelsa construcción de 127 metros de largo, 70
de ancho, 30 de alto y cinco niveles (contando desde el sótano que comunica con la casa presidencial).
Es el “patio de la paz”, denominado así, porque en el mismo se firmó la paz entre la guerrilla y el ejército, dando fin a 36 años de conflicto armado interno en Guatemala.
A todo eso, ya es medio día, y mientras observo las jardineras estilo árabe que adornan el patio, la luz natural hace más pronunciado el verde de las paredes, cuyo color domina los 8,890 metros cuadrados de construcción por dentro y por fuera, aspecto que le ha valido al palacio, para que se le conozca como el “guacamolón”, en alusión a un platillo que se realiza con aguacate.
A diferencia de lo que muchos creen, no es pintura, es concreto y ladrillo, revestido de piedra artificial color verde (cemento mezclado con sulfato de cobre), el color favorito de la esposa del ex presidente Jorge Ubico, impulsor de tan magnifico legado arquitectónico, en el que se invirtieron 4 años para materializarlo (1939-1943) y alrededor de Q 1 millón 800 mil quetzales.
Continuando el recorrido, me dirijo hacia las dos salas más simbólicas del Palacio (ambas ubicadas en el segundo nivel y una frente a la otra).

En el salón de recepciones
Primero visito el “salón de recepciones”. Desde la puerta, observo al fondo el hermoso pabellón de nuestro país, al que años atrás, acompañaban las banderas de todos los países
con los que Guatemala tiene relaciones diplomáticas.
Es un ambiente forrado en maderas peteneras, en el que deslumbra el brillo del piso de Guayacán y Guapinol, gracias al alumbrado eléctrico interior, y a la tenue luz natural que atraviesa los vitrales de Julio Urruela.
Camino hacia el centro de la sala y me ubico sobre el “punto cero”. Así se le conoce al dibujo de una estrella que marca el kilómetro cero de la República de Guatemala. Sobre la misma, cuelga uno de los tesoros más emblemáticos del Palacio. Se trata de la imponente lámpara de cristal de dos toneladas y media, traída de Nueva York, sobre la cual cuelgan cuatro quetzales bañados en oro, que
representan los cuatro puntos cardinales.
Dos palcos, uno al norte para una orquesta y otro al sur, para
que suene la marimba, terminan de darle el toque de elegancia al recinto.

En el salón de banquetes
Aunque hoy día es una sala vacía, destinada ocasionalmente para la celebración de conferencias de prensa, este salón (si bien recuerdo) tenía tres gigantescas mesas que daban cabida a los comensales que acudían a los banquetes oficiales.
Se destaca el trabajado con taracea de caoba y oro en el techo del mismo. Igualmente, sobresalen, aunque de menor tamaño, tres majestuosas lámparas con un diseño similar a la que se encuentra en el salón de recepciones.
Nuevamente los vitrales de julio urruela, son los que se encargan de darle color a las paredes y llevar la luz natural al interior.
Su relevancia, se hace evidente por ser la única sala que comunica con el balcón presidencial, desde el cual se observa la plaza de la constitución y desde donde el presidente u otros funcionarios de gobierno, se mostraban ante el público.

De centro de poder político a museo
El Palacio Nacional de la Cultura se llamó originalmente "Palacio Nacional de Guatemala", por lo que previo a ser rebautizado y adquirir su calidad de museo, albergó en las 350 salas que lo conforman, las oficinas de la presidencia y los ministerios.
Hoy día, el Palacio es un museo plagado de obras de arte de los mejores artistas nacionales de la época del 40, pero sobre todo, un testigo mudo que como celoso guardián, conserva numerosas decisiones de los gobiernos que lo ocuparon, y que afectaron la vida económica, política y civil de los guatemaltecos.
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Fotografías (de arriba hacia abajo): 1. Exterior Palacio Nacional, 2. Patio de la paz, 3. Vista parcial salón de recepciones, 4. Lámpara en el salón de recepciones, 5. Vitrales de Julio Urruela, 6. Vista parcial sala de banquetes, 7. Vista de una pieza del techo con taracea de caoba y oro.

02 julio, 2008

Convento de Santa Clara

No obstante que hoy día, del convento de Santa Clara, no quedan más que vestigios, son suficientes elementos para respaldar la beldad de las construcciones en época de la colonia.
Ubicado frente al Parque y tanque la Unión, y a un costado de la Iglesia de San Francisco El Grande, esta es otra más de las edificaciones que respaldan la calidad de Antigua, como patrimonio cultural de la Humanidad.
La mejor vista para apreciar el complejo desde su interior, es frente a una hermosa fuente que se ubica al centro del patio principal y que se encuentra muy bien conservado.
La jardinización que adorna el patio, invita a relajarse por unos momentos en medio de un matiz verde que resalta entre los colores grisáceos del estuco. Y por supuesto, también a sacar la cámara fotográfica.
Su corredores, dentro de los cuales algunos no permiten el paso libre de la luz, ofrecen la posibilidad de internarse unos cuantos metros en el tiempo y más aún, cuando se accede a sus criptas.
De la construcción original prácticamente no se conserva ningún vestigio, salvo el majestuoso retablo diseñado como fachada del templo y que en algunos casos, dada su posición, se esconde a la vista del público.
El convento es un buen punto de partida para dar un paseo por los alrededores de la ciudad colonial, pues frente al mismo, se ubican varios carretones que, jalados por caballos, remontan a la magnificencia de aquella época.