25 enero, 2007

El lago de Atitlán, espejo celestial

Al escribir sobre las bellezas naturales con que cuenta Guatemala y en especial en lo que se refiere a aquellos lugares con manifestaciones acuíferas, obligadamente se tiene que empezar por el lago de Atitlán.
El lago posee una superficie de 125 kilómetros cuadrados y está situado a 1,560 metros sobre el nivel del mar. Su belleza es complementada por los volcanes San Pedro, Tolimán y Atitlán, así como pintorescos poblados ribereños cuyos nombres se inspiran en los doce apóstoles.
De todos estos poblados Panajachel, San Pedro la Laguna, San Lucas Tolimán y Santiago Atitlán, son los más representativos, no obstante, una de las formas más tradicionales para acceder al lago, es a través del primero de estos, mejor conocido por muchos simplemente como
“pana”. La calle “Santander”, que atraviesa de principio a fin el municipio, ofrece al turismo un variado menú de bares, restaurantes, hoteles, discotecas y ventas de artesanías.
El primer contacto con el lago tiene lugar cuando se desciende hacia Pana o cualquiera de los poblados circunvecinos a través de los múltiples miradores que obligan a hacer una pausa en el camino.
A decir de muchos, ver el lago por si mismo, representa una sensación difícil de describir, tanto así que para algunos representa el contacto más cercano entre el hombre y la naturaleza. El atractivo visual y el ruido que emana de sus pequeñas olas, constituye una fuente de energía espiritual.
A
l igual que La Antigua Guatemala, los alrededores de Atitlán han sido cuna y fuente de inspiración de artistas guatemaltecos y extranjeros, que han plasmado su belleza en pinturas al óleo, tejidos y tallados en madera.
San Pedro constituye el punto de partida para hacer el ascenso al volcán San Pedro por lo que goza de la visita frecuente de los amantes del andinismo. Lo mismo sucede con San Lucas Tolimán, región desde donde se puede partir para escalar el volcán San Lucas, el Atitlán y el cerro de oro.
Santiago Atitlán destaca por ser el centro religioso más importante para rendir culto a Maximón. Esta es la figura más enigmática y representativa del lugar y de la cultura maya, quien recibe al visitante con licor y tabaco en mano.
La iglesia del lugar es una maravilla como manifestación de la idiosincrasia religiosa de sus
pobladores. Buena parte de los santos están montados sobre caballo y vestidos con traje indígena.
Conocer cada uno de los poblados y ver de cerca los volcanes no cuesta mucho, solo debe disponer de medio día y pagar Q 40.00 para que uno de los lancheros lo lleve lago adentro. Eso sí, debe ser por la mañana, pues por las tardes, el efecto Xocomil (movimiento de las aguas) dificulta la navegaci
ón.

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