06 junio, 2007

De visita por Cunén, Quiché

Serie natural y cultural
Todavía recuerdo que esa tarde recibí la llamada de uno de mis amigos invitándome a conocer un poco más sobre nuestra cultura ancestral y al mismo tiempo sobre las raíces de su familia. !Vamos mañana a Cunén!, me dijo Gustavo Villatoro.
Hasta ese momento no conocía otra cosa más sobre ese pueblo que su mismo nombre por la famosa melodía en marimba y de boca de sus hermanos, Byron y José, quienes año con año, aprovechaban para pasar allí sus vacaciones de fin de año o semana santa.
Con un poco de duda le contesté de acuerdo. Salimos de la capital a temprana hora al día siguiente y sobre la calzada Rooselvelt, pasamos por San Lucas, luego por Chimaltenango, Tecpán, Chichicastenango, Quiché y Sacapulas, para poco a poco internarnos en aquellas montañas que horas antes, me habían parecido tan distantes cuando las miraba por la ventana del vehículo. ¿ya vamos a llegar?, pregunté una y otra vez, al mismo tiempo que decía a mis compañeros de viaje “realmente esto es lo más lejos que he llegado en mi vida”. Y es que en ese entonces, el camino si que era un verdadero calvario que se sentía eterno. Por momentos no miraba otra cosa más que polvo y las paredes de tierra de las montañas, minutos después, me encontraba transitando frente a grandes precipicios y en una carretera tan angosta en la que solo había cabida para un vehículo.
Comenzó la vegetación y el anuncio en grandes piedras pintadas de cal sobre un enorme cerro que como gigante celoso cuida del pueblo decía ¡Bienvenidos a Cunén!
Bajé del vehículo, acomodé mis cosas en la casa donde me darían posada y me dediqué a caminar a través de las calles donde dejaría marcadas mis huellas durante tres días.
Era la fiesta patronal y el convite anunciaba que serían días de no dormir más que lo necesario y así fue. Entre tamales, la guitarra y una que otra bebida propia del lugar, la noche se fue “volando”, para dar cabida a los primeros rayos del sol y el sonido de la música del convite que anunciaba su visita a la casa donde pernoctaba.
Como Juan por su casa, abrí la puerta y me encontré con un desfile multicolor de disfraces en las calles. Para ser honesto, nunca imaginé que vería mascaras y trajes tan perfectamente elaborados.
Las horas transcurrieron y se acercaba el momento cumbre de la noche, la procesión de la santa patrona del lugar "virgen de Candelaria". Para mi sorpresa, tuve el honor de ser una de las ocho personas a las que se les concedió cargar el anda desde el interior de la iglesia hasta el atrio, punto desde el cual comenzaron a sonar uno tras otro los cohetes, ametralladoras y toda clase de fuegos artificiales que no cesaron hasta que la imagen de la virgen, llegó de regreso a su punto de partida.
Santiguados todos, convertimos la calle en un mar de gente con el objeto de presentarnos al salón municipal y ser partícipes de la fiesta de gala que se ofrecería esa noche y que culminó con el baile del torito (bueno varios toritos) y un show de luces que seguirá presente en mi memoria.
Al siguiente día aproveché la mañana para darme una vuelta por un río que atravesaba el pueblo y de paso regalarme un par de horas para mi solo a la orilla del mismo, pensando sobre cosas que ya ni recuerdo (seguramente arreglando el mundo), pero que fueron interrumpidas por el llamado de mi amigo Byron que me invitó a conocer las grutas de Cunén. El camino fue toda una experiencia como a mi me gusta, entre naturaleza virgen que poco a poco abrió paso a un hermoso manantial.
Pese a lo resbaloso del lugar, no dudé en arriesgarme para internarme en una cueva y luego posar en las aguas de una cascada, para guardar un recuerdo fotográfico de ese mágico momento, finalmente quién sabe si volveré a regresar algún día por allí.
Las horas pasaron y el reloj anunciaba que era tiempo de preparar maletas para emprender el viaje de regreso a Guatemala, por lo que fuimos a almorzar con mis amigos al mercado.
Sobre esto último, se decir que además de haber degustado uno de los caldos de gallina más sabrosos que recuerde en mi vida, también fue el más barato. Tortillas, fresco, verduras, pollo y arroz por Q 5.00. (US$ 0.70). Para colmo, uno de mis amigos todavía se atrevió a regatear. Pregunto: ¿Habrá esa señora hecho bien sus cuentas? ...mmmmm, creo que tendré que regresar con la excusa de preguntarle.

2 comentarios:

coca dijo...

que bueno que te haya gustado nuestro pueblo espero que llegues nuevamente ahora ya esta asfaltado el camino y ya saben ahi estamos a la orden para cualquiero cosa..

Anónimo dijo...

Vos buena onda con tu pagina... gracias por resaltar los valores culturales de nuestro pueblo y por tomarme esa foto...