Visita a Santa María de Jesús (video)

A pocos kilómetros de la ciudad de Antigua Guatemala, en las faldas del volcán de agua, se ubica el municipio de Santa María de Jesús. El camino que conduce desde la ciudad colonial hacia dicho poblado, se llena de color con la presencia de robustas bugambilias de color púrpura y rosadas que sobresalen entre la verde naturaleza.
La caída de las mismas sobre la carretera, da lugar a la formación de una alfombra natural que se esparce hacia las orillas con la complicidad del viento y el paso de los vehículos. Es un camino que invita por momentos a detenerse para apreciar el paisaje, más aún, cuando se generan espacios que permiten visualizar el volcán de agua que se yergue sobre extensos campos dedicados principalmente al cultivo de milpa.
Conforme se avanza, el camino se hace más serpenteante y a través del mismo, asoman cada vez, con más frecuencia, campesinos que con azadón en mano, anuncian junto con mulas y caballos, el fin de la jornada laboral y el retorno a casa.
El ingreso al pueblo está cerca, y poco a poco comienza a escucharse el estallido de bombas lanzadas al aire. Son esas mismas que se utilizan para anunciar un evento importante, o en algunos casos, en sustitución de las campanas de la iglesia, para llamar a misa a los fieles. Esto, es sin duda, un mecanismo sumamente efectivo para captar la atención de aquellos que en la lejanía del volcán, han hecho su morada.
El lenguaje en las calles y la vestimenta típica, son un claro indicio de la presencia mayoritaria de población cakchiquel que ha hecho su vida en medio del frío de las faldas del volcán. Sí, ese mismo cuyos ancestros llamaron “Hunapú” (lugar de rosas).
El atrio de la iglesia se convierte en un punto estratégico para observar toda la actividad del pueblo, y al mismo tiempo, capturar una panorámica completa del volcán, cuya cima se ve coronada por una densa nube blanca que se asemeja al algodón.
Es un paisaje espectácular, que invita a contemplarlo haciendo caso omiso del tiempo, pero que repentinamente, se ve interrumpido ante las notas de la marimba que emanan del interior del templo.
La simple curiosidad, lleva a alertar sobre la celebración de un importante evento religioso. El santuario y los fieles, se han puesto de acuerdo para lucir sus mejores galas. Es un cuadro impresionante. La iglesia como un todo (incluyendo los devotos), irradia un colorido brillo que nunca he visto antes.
La decoración es espectácular. Desde la entrada, cuelgan del techo de la nave central, lienzos púrpura, rojo y blanco que abren paso a la vista que inevitablemente se fija en el enorme retablo del fondo.
Una pronunciada luz blanca, ilumina el escaparate central con la hermosa imagen de la virgen cargando al niño Dios en sus brazos. Ambos han sido vestidos con un traje típico de coloridos detalles, sobresaliendo un tono rosa pastel en sus atuendos.
Es un cuadro deslumbrante. Repito, algo que nunca antes había visto, lo cual se complementa por la indumentaria de las mujeres indígenas que elevan sus oraciones a lo largo de las dos columnas de bancas que llevan hacia el altar mayor.
El tiempo no se siente y la misa termina con el canto de los fieles, que a su vez, se pierde entre las notas de la marimba en el interior del templo y la música de la banda que toca en las afueras.
Caminando hacia la parte exterior del santuario, repentinamente establezco comunicación con una devota perteneciente a una cofradía. Después de unos minutos, se genera la confianza necesaria, para finalizar con varias fotografías en grupo. Sí, varias fotos de las cuales se desprende toda una historia que atestigua la riqueza cultural de Guatemala, y el honor de haber merecido por unos instantes, la confianza de participar de las costumbres y tradiciones de un pueblo. Un pueblo del cual, como guatemalteco, también me siento parte. ¡Ah, que experiencia!.