19 noviembre, 2007

Visita a Maximón en Santiago Atitlán, Sololá

Llegué a Santiago Atitlán, atravesando el lago en barco desde Panajachel. Ya en el parque, fueron muchas cuadras las que tuve que preguntar y caminar para localizar el hogar de Maximón. Entre el temor de internarme en un mundo desconocido y la curiosidad, repentinamente me vi frente a una casa que destacaba por un enigma particular frente a las vecinas. No sé, habrán sido las ventanas cerradas, la sábana sobre la puerta de ingreso o simplemente porque ya había sido advertido que allí se encontraba este enigmático personaje.
En fin, ni modo que había caminado tanto para no entrar, así que con decisión traspasé la cortina que me llevó a un mundo oscuro, no tanto por el personaje, sino porque no había más luz que la de unas cuantas candelas. ¿vienes a ver al abuelo?...me preguntó uno de los sacerdotes que lo acompañaba. Así es le respondí, arriesgándome a que efectivamente se refiriera a Maximón y no a algún su pariente vivo.
Aunque pretendía ser discreto, era imposible evitar escudriñar con mis ojos toda la habitación con varios sarcófagos en los que reposaban otros personajes. No hice preguntas, solo observaba.
En general, aquello parecía un velorio, hasta que destelló frente a mis ojos el fuego de un cerillo que sirvió para encender un cigarro marca Viceroy a Maximón, al mismo tiempo que se le sirvió un trago de venado.
Increíble, pero luego de eso se rompió el hielo y un gringo se animó a hacer la pregunta de rigor ¿Me puedo tomar una foto?.. Claro dijo aquel hombre “son Q10.00”... Vaya, vaya... pero que Maximón... si que sabe de negocios pensé, mientras el gringo tacaño decidió que así mejor no. Ni modo, entonces voy yo dije dentro de mí y en segundos me hice la foto con el abuelo. Después de eso me vi inmerso en una amena e interesante conversación con sus dos guardianes que varios minutos después terminó en una cordial despedida bajo la invitación de regresar cuando quisiera.

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