17 septiembre, 2007

San Juan Bautista, Suchitepéquez

Serie cultural
Desde pequeño he pasado muchas veces por Cocales, en el encuentro que une las carreteras que llevan hacia Mazatenango, Patulul y Nueva Concepción, este último, un pueblo costero cercano a la playa de Tecojate y el Semillero, donde viví algunos años de mi infancia.
Quién iba a imaginar que por cosas del destino muchos años después, la vida me llevaría a conocer un poblado cercano a dicho encuentro llamado San Juan Bautista, donde degustaría por primera vez la carne de “Pelibuey” y disfrutaría de una inolvidable fiesta patronal, como suele suceder en todas las que se celebran en el país.
El Pelibuey (en mi propia concepción, una especie como de oveja), era en ese entonces un platillo desconocido para mí, sin embargo, hoy día se ha convertido en un plato típico de la región, e incluso, se ha extendido como una alternativa alimenticia dentro de otras regiones del país dadas las bondades que presenta la crianza de este tipo de animales.
Tomando en cuenta que mi lugar de hospedaje se encuentra a un costado de la carretera, solo me tomó una hora llegar de mi casa hacia mi destino, suficiente para ver el Pelibuey completo sobre la parrilla, listo para ser asado y tomar un pedazo de carne de primera mano... y unos cuantos más después.
Con la llegada de la noche, fui invitado para acudir a la fiesta patronal en el centro del pueblo donde se vivía un verdadero ambiente de feria y se divisaban desde lo lejos los fuegos artificiales que le daban color a la noche.
Boliche por aquí, tiro al blanco por allá, lotería por este lado, y claro está, la famosa rueda de Chicago que sobresale como el emblema de todas las ferias del país, eran algunas de las ofertas para que los asistentes la pasaran bien. A mí me ganó el antojo por un elote loco.
El arte también estaba presente y varios negocios montaban una exposición de pinturas al óleo que le daban más colorido a la fiesta. Allí estaban sus propietarios, regateando con nacionales y extranjeros que deseaban traerse un recuerdo del lugar (entre ellos yo, que me llevé una pintura por el precio de US$ 20.00 aproximadamente).
La fiesta no estuvo completa hasta que se llevó a cabo el baile en el salón municipal que se extendió hasta horas de la madrugada; bueno, me contaron.. yo me retiré temprano para levantarme al siguiente día a tomar leche al pie de la vaca y comer tortillas con queso recién hecho, para luego emprender el viaje de regreso.

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