09 abril, 2020

Comienza a caer la noche del jueves santo en la Antigua Guatemala y todo es movimiento. Decenas de familias junto a amistades, corren de un lado hacia otro cargando moldes y sacos llenos de aserrín en su forma natural, con cantidades menores de variados tonos y colores.
Un esfuerzo coordinado y creativo, impulsado por la fe, los llevará durante la noche, madrugada y primeras horas del día Viernes Santo, a trabajar ardua e incesantemente, para plasmar su arte sobre el pavimento.
Por supuesto, no todo es aserrín. También hay de aquellos que se han inclinado por elaborar su arte, con base en un producto distinto del derivado de la madera.
Así las cosas, sobre la calle también se observan sacos llenos de pino, flores, verduras, café, e incluso pan, que serán la materia prima, para elaborar las majestuosas alfombras que adornarán el paso de Jesús Nazareno de la Merced.
Aunque en algunos casos, utilizar elementos distintos del aserrin tiene como objetivo dar rienda suelta a la creatividad y presentar las alfombras más originales a quienes las admiran, en otros, obedece más bien, a la intención de relacionar la misma, con la actividad o negocio principal de la familia que la elabora.
Esta manifestación artística, que constituye un medio de expresión del fervor que envuelve a un pueblo mayoritariamente católico, se remonta a la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, momento durante el cual las personas que lo recibieron, extendieron a su paso mantos y palmas.

Importación y adaptación local
A Guatemala y la región mesoamericana, la tradición de elaborar alfombras durante la celebración de un cortejo procesional, fue importada por los españoles desde tiempos de la conquista, conservándose y transmitiendose generación tras generación hasta nuestros días, con las consecuentes adaptaciones a la cultura guatemalteca.
Haciendo referencia a esto último, es de subrayar que aunque como se señala, las alfombras son un legado español, en cuya región también se elaboran majestuosamente, las que se presentan en Guatemala encierran detalles y significados propios de nuestra cultura, y que las hacen únicas. Por ejemplo, las elaboradas con frutas o verduras de temporada, pueden relacionarse con la costumbre indígena de ofrendar a sus dioses.
Esta es una práctica ancestral que se conserva en los rituales religiosos celebrados en distintos templos del interior de la República, donde los devotos, paralelo a sus plegarias, ofrendan esta clase de productos, para solicitar o agradecer una buena cosecha.
Otro ejemplo propio de esa identidad guatemalteca, lo constituyen los dibujos de mariposas que frecuentemente ornamentan una alfombra. Para los Mayas, las mariposas simbolizaban el sol, una de sus máximas deidades y que representaba también la vida y el más allá, un detalle que no aparece en las alfombras elaboradas en España.

Esfuerzo colectivo
Detrás de una alfombra, hay un trabajo minuciosamente programado durante varios meses, abarcando desde la consecución de los materiales, la asignación de tareas a cada uno de los participantes, hasta el diseño final.
El tiempo que toma la elaboración de una alfombra, dependerá del tamaño, las personas que se involucran, las condiciones del terreno y los detalles de la misma.
En alguna oportunidad, recuerdo haber visto una alfombra en cuya elaboración se invirtieron alrededor de 18 horas de trabajo, estuvo expuesta al público integramente terminada menos de una hora, y se destruyó en aproximadamente un minuto con quince segundos (lo que duró el paso del anda procesional).
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