17 agosto, 2014

La feria, el mapa en relieve y el resbaladero gigante

Es feriado en Guatemala y caminando entre los frondosos árboles que flanquean la avenida Simeón Cañas, en la zona 2 capitalina, me dirijo hacia el final de la misma para alcanzar el lugar donde se celebra la tradicional feria de Jocotenango. Pero no es solo ese mi propósito, también busco rememorar mis años de infancia visitando otros atractivos turísticos de carácter permanente. Mi recorrido se desarrolla así:

La feria

La feria se celebra con motivo de  la fiesta patronal de la ciudad de Guatemala, en honor a la virgen de la Asunción (15 de agosto).  
Tiro al blanco, lotería, rueda de Chicargo, carritos chocones, futillo y otros atractivos mecánicos, ofrecen a todos los visitantes un lugar de pleno
esparcimiento.  Ah!, y también un espacio creado para  satisfacer las exigencias de aquellos que buscan el sabor más puro de la gastronomía guatemalteca (sí, ese, el que se vende en las calles).  No es para menos, son más de 200 locales según la municipalidad de Guatemala. 
Tampoco pueden faltar las ventas de artesanías que encantan a los niños (chajaleles y ronrones por citar algunos), y porsupuesto, las que demandan los adultos, como los famosos espantasuegras.  Y claro, en esta época de globalización también son parte de la oferta los juguetes Made in China.  

El mapa en relieve
La segunda parada me lleva a visitar una obra que, por el alto contenido educativo, de ingeniería, artístico e histórico que encierra, es considerada única en su genero a nivel mundial (para muchos, el santuario de la geografía guatemalteca).

Se trata del Mapa en Relieve, Monumento Histórico Nacional, que con sus más de 100 años de vida, despierta la admiración de nacionales y extranjeros.
Esta maravilla de la ingeniería guatemalteca, que abarca más de 1,800 metros cuadrados de construcción, es una reproducción a escala del territorio nacional. La misma fue inaugurada en el año de 1905.
Aunque su autoría ha sido atribuida desde un inicio al ingeniero Francisco Vela, tal y como consta en la plaqueta que da la bienvenida a los visitantes, recuerdo haber leído no hace mucho, que actualmente se mantiene un alegato por parte de la familia del ingeniero Claudio Urrutia, que exige el reconocimiento de este, como el autor de la obra.


El bosque sonoro
Como atractivo adicional (quizá, para muchos desapercibido), la parte este del complejo y que constituye el área verde, es albergue de cien árboles de hormigo. Dicha especie de árbol, es la única a partir de la cual se pueden construir las teclas de la marimba.
El “bosque sonoro”, como se le conoce al centenar de árboles, es un tributo a igual número de autores y compositores del instrumento declarado símbolo nacional. Por lo mismo, al pie de cada hormigo, se ubica el nombre del marimbista que lo sembró.
Por lo difícil que resulta hacer una fotografía completa del mapa (incluso desde cualquiera de sus dos torres que funcionan como miradores), la tercera fotografía de arriba hacia abajo, la hice a partir de una imagen satelital ampliada de Google Earth. En la misma, se aprecia una vista parcial del Hipódromo, que incluye tanto el mapa como el bosque.

El resbaladero gigante
Como parte de la visita al Hipódromo, imposible sería dejar de lanzarme (aunque sea una vez, y luego de más de 30 años de no hacerlo), desde el famoso resbaladero gigante.

Cinco quetzales bastaron para evocar a mi infancia por unos segundos, para convertirse poco a poco en nostalgia, más aún, cuando me encontré con el paso del trencito que bordea el sector.
A lo anterior se sumó a mi salida, nuevamente la venta de comestibles como: manzanas acarameladas, dulces típicos, tostadas, churros y elotes locos, recordándome que, por más que uno quiera, no es facil sucumbir a la tentación de esos majares guatemaltecos de vez en cuando.
Vaya visita al Hipódromo del Norte; dichosamente y sin darme cuenta, me vi inmerso por unas cuantas horas, en una máquina del tiempo.

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